Erase una vez una niña que decidió ser...
Tiempo atrás alguien la rompió en mil pedazos, sin que nadie la sintiera ella removía cada noche su brevage de incertidumbre y lo dejaba caer gota a gota por la ventana. Con el tiempo se despojó de ella misma y, sin más, se reencontró frente al espejo tal y como se recordaba. Se sonrió.
En su cuerpo volvió a dibujarse una puerta y el tiempo fue destrozando cada uno de los 5 candados que los años habían forjado.
Una noche alguien llamó a la puerta, la cogió de la mano e inventaron la noche... Jugaron a poner el mundo sobre sus patas y se miraban y él le susurro al oído... Desde entonces ella empezó a ser la niña de ojos amarillos.
Frente a su puerta una idea voló y les apretó la incertidumbre: "¿No sería lindo abrazarte y verte alejarte junto a tu recuerdo? , mantenerte inquebrantable en mi mente y saber que sólo el destino o la casualidad podrán mover ficha en este tablero" ... Ella lloró por dentro al escuchar cada una de las palabras suyas o de él, no importa, ella lloró mientras el pasado la atropello y en la puerta se redibujaban los candados.
Él marcho y ella...ella se miró al espejo y en su pecho, la puerta seguía entreabierta.
Gracias por haber aparecido, pensó.
En su cuerpo volvió a dibujarse una puerta y el tiempo fue destrozando cada uno de los 5 candados que los años habían forjado.
Una noche alguien llamó a la puerta, la cogió de la mano e inventaron la noche... Jugaron a poner el mundo sobre sus patas y se miraban y él le susurro al oído... Desde entonces ella empezó a ser la niña de ojos amarillos.
Frente a su puerta una idea voló y les apretó la incertidumbre: "¿No sería lindo abrazarte y verte alejarte junto a tu recuerdo? , mantenerte inquebrantable en mi mente y saber que sólo el destino o la casualidad podrán mover ficha en este tablero" ... Ella lloró por dentro al escuchar cada una de las palabras suyas o de él, no importa, ella lloró mientras el pasado la atropello y en la puerta se redibujaban los candados.
Él marcho y ella...ella se miró al espejo y en su pecho, la puerta seguía entreabierta.
Gracias por haber aparecido, pensó.
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