domingo, 21 de noviembre de 2010

Aprendiendo a escucharse.


Hace no más que unos meses la encontré mirándose con calma, ella sabía que en algún momento encontraría la manera de restablecer su tranquilidad, sabía que aquello que comenzaba a rodear los margenes de su bienestar en algún momento harían sonar la alarma de socorro, y así fue.

Tiempo después las lágrimas creaban avalanchas en sus mejillas y el aire de la habitación no era suficiente para llenar sus pulmones, la angustia estaba sentada a su lado.

Cuando él la vio le dijo: “Observa, mirate objetivamente, cómo son esas lágrimas, esos sentimientos, esas emociones, esos pensamientos... Y cuando todo este sobre la mesa, relacionalo. No sacaras nada en claro, pero si con el tiempo. Conocete a ti misma”

Y con la vida a flor de piel, sus días comenzaban antes de que el sol se impusiera sobre la luna, entre los pliegues de su sabanas discurrían los pensamientos, las lágrimas, las emociones... Cual entresijado laberinto ella se enredaba en sí, a puntillas manejaba sus emociones, los miraba hasta desgastarlos, pero la nada parecía ser el resultado más recurrente.

El reloj giraba y giraba y giraba.

Una fría noche de otoño, con una copa en la mano, escuchó cuántas palabras salían de la boca de su amiga. Sueños, sucesos , sentimientos y tantas conclusiones como su amiga había podido hallar. Escuchó tantas palabras, tantas frases, tantos párrafos...que el desorden de todo aquello tomó sentido y al final de la historia encontró su firma.

Ahora ella se mira con calma, sabe cuál es su problema, sabe que aún sosteniendo en sus manos toda esa historia, en algún momento encontrará la forma de restablecer su calma.

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