domingo, 26 de septiembre de 2010

Ayer encontré una historia en la calle.




- Les voy a contar la historia de una marioneta llamada “Estefan”-, escuché.

Una y otra vez, Estefan era despojado de su caja y arrastrado a diferentes lugares del mundo. El parque, el metro o cualquier acera se transformaban en el mejor de los escenarios para esta peculiar marioneta. Día tras día, él bailaba y cantaba ante el reojo de las prisas de los ciudadanos del mundo.

Un día, cuando Estefan se refugiaba de nuevo en su caja, escuchó - ¡mañana actuarás en mi teatro! !Estate a las siete allí muchacho¡-.

Una a una, todas sus tuercas fueron reajustadas, le limaron las uñas y retornaron el brillo a sus labios, sus zapatos y su cinturón. Esteban lucía como el primer día, intacto, como si el tiempo no le hubiera robado ni un solo instante de su vida.

-A continuación les presentamos a la marioneta más brillante del mundo, viene desde el otro lado del mundo para demostrarnos su gran talento. ¡¡ Un fuerte aplauso a ESSSSSSSSSTEFA N!!-
El telón se alzó y un foco iluminó cada uno de los movimientos que Estefan realizaba, los mismos del día anterior, los mismos que habían sido siempre.
Cuando la música paro, el teatro se mantuvo en silencio y Estefan se sintió pequeño, muy pequeño, casi invisible. Hasta que, sin esperarlo, escuchó un aplauso y otro, y otro, ¡cientos de aplausos!.... Pum, pum, pum, pum... Estefan se llevo las manos al pecho, -¿Qué me pasa? ¿Qué me ocurre?-

Cuentan que Estefan continúo bailando y bailando en busca de un aplauso que le diera vida, en busca de nuevos sentimientos alojados en su pecho... Cuentan que en una pequeña plaza de Barcelona, Estefan sonrió a una chica de cabellos rizados.

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